Cuando en 1979 cayó el sha Mohammad Reza Pahlevi y se instauró la revolución en Irán, a través del liderazgo
del ayatolá Jomeini, Estados Unidos
sintió el piso moverse. Uno de sus aliados en el polvorín del medio oriente
caía estrepitosamente. Y con ello, parte de su influencia.
Atrás
quedaba toda la venta de material bélico estadounidense de primera línea, para
asegurarse una posición importante dentro de sus vecinos, contrarios a la
ideología imperialista estadounidense. Muchos apostaron a que todo el poderío
iraní quedaría arrumado en un rincón, esperando a que el tiempo y el óxido
hicieran su trabajo. Pero para sorpresa de medio mundo, Irán pudo recuperar su
arsenal, con tecnología propia. Todo un reto, que se convirtió en éxito.
Estados
Unidos presionó y presionó para que Irán se asfixiara ante el embargo de armas,
y pudiera retomar su hegemonía perdida, colocándola en una posición
militarmente vulnerable, con una fuerza armada nula o inexistente. Como
enemigo declarado, Washington no iba a ceder ni un palmo ante una nación que
osaba salirse de su esfera de influencia.
Era
vital para los persas poner en marcha diversos proyectos de recuperación del
material gringo y en otro vértice, iniciar una poderosa industrialización en el
sector de armamento, que no permitiera rendijas ante los estadounidenses y sus
aliados en la región, como Israel, que acechaban para dar un zarpazo.
Lo
interesante en el caso iraní es que logró desarrollar una importante industria
bélica, capaz de plantarle cara a los estadounidenses y no dejarse
humillar por este, sin tener que terminar comprando grandes cantidades de
armamento ruso.
En algunos
casos, la tecnología estadounidense fue mejorada y se conservó su estructura
original; en otros casos, sirvió como base a versiones mejoradas de armas que inician
sus ensayos, producción, y posterior operatividad dentro de la fuerza armada de
ese país.
En la próxima entrega, las aeronaves de esta historia.
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